La iglesia,
Columna y Baluarte de la Verdad
Según las estadísticas, existen, sólo en los Estados Unidos, 233 organizaciones religiosas, que se extiendes a 329,673 iglesias locales, con una membresía de 131,350,047. En el mundo hay: 570 millones de católicos romanos, 123 millones de ortodoxos y más de 330 millones de protestantes.
Jesús no se equivocó, ni mintió cuando dijo: Edificaré Mi Iglesia (Mateo 16:18), su Iglesia tiene que estar hoy trabajando en la tierra, aunque alguien se halla ocupado en ponerla entre muchos grupos que dicen ser la iglesia de Jesucristo. Las Sagradas Escrituras nos ponen en guardia y nos advierten sobre estos grupos.
“Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó (…). A los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene (…). Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe, no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad (…) para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo (…). Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonio, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. (…). Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente (…), hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios(...)”
1 Timoteo 4:1 al 3; Tito 1: 11, 13 y 14; Gálatas 1: 6 y 7; Mateo 7: 19 al 23; Judas 3 y 4.
Estos y otros muchos pasajes de la Escritura (La Biblia), nos muestran que en este tiempo habrían grupos religiosos, que utilizando el nombre de Dios o de Cristo, sacando textos de la Biblia, que sin el contexto, dicen lo que uno quiere que digan, y con apariencia de piedad, engañan y provocan confusión religiosa.
La Biblia nos dice que la Iglesia de Jesucristo es columna y baluarte de la verdad. “Para que si tardo, sepas como debes conducirte en la casa de Dios, que es la Iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad”.1 Timoteo 3: 15. Y que en la Iglesia, debemos, anunciar y alabar
el nombre de Cristo. “Diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”. Salmo 22: 22; Hebreos 2: 12.
Daremos a continuación, un repaso histórico, a la trayectoria de la Iglesia de Jesucristo, desde el tiempo apostólico hasta nuestros días, para así, instruir a los fieles y encontrar a la Iglesia que Cristo compró con su sangre, “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la Iglesia del Señor, la cual Él ganó por su propia sangre.” Hechos 20: 28.
Las enseñanzas de Cristo, durante los tres años y medio de su ministerio, su muerte (año 31) y su resurrección, después de tres días, culminó con el nacimiento de la Iglesia, evento que ya Él había predicho: “Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra.” Hechos 1: 8.
Y cuando todos estaban juntos, orando, como les había dicho el maestro “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí” Hechos 1: 4. En el día de Pentecostés: “Cuando llegó el día de Pestecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” Hechos 2: 1 al 4.
Unger, en su libro: El mensaje de la Biblia, de la Editorial Moody, en la pág. 581, nos dice: “Al recibir la incipiente iglesia el don del Espíritu, y ser su depositaria, recibió algo que para ella sería de muy largo alcance. Le dio a Pedro el empuje que le permitió pronunciar su gran sermón en el que declara el carácter mesiánico y el señorío de Cristo (Hechos 2: 14 al 36). Hubo tres mil convertidos que recibieron el don del Espíritu Santo (37 al 41). A esta comunidad de creyentes recientemente formada le confirió poder y unidad (42 al 46), y le dio un crecimiento que iba en un constante aumento.”
Ese fue el comienzo de la Iglesia de Cristo, la Iglesia que Él tanto amó y que dio su vida por ella.
La iglesia, tuvo en estos primeros siglos, dos importantes enemigos, o mejor dicho, tuvo dos importantes grupos de enemigos. Los de fuera, la persecución tanto de hebreos como de paganos, que quisieron acabar con lo que Cristo fundó, encarcelando y matando a sus seguidores, en esto se encontraba Saulo, que después llegó a ser el famoso apóstol Pablo (Hechos 8: 1 al 3). Muchos cristianos murieron como mártires, por no negar a Jesucristo, fue una época negra que muchos quieren olvidar, pero que está en los anales de la Historia.
Samuel Vila y Darío Santamaría, en su obra: Enciclopedia Ilustrada de Historia de la Iglesia. Editorial Clie. Pág. 36, nos dicen:
“Muchos de los hechos acaecidos en las persecuciones han sido deformados por la imaginación poética, y la gratitud de los cristianos cuando ya establecidos y triunfadores, miraban hacia los momentos difíciles de las iglesias antiguas, pero las persecuciones romanas fueron terribles y el alerta lector de la historia antigua, encuentra en los monumentos, escritos y acontecimientos, de los siglos II y III especialmente, los vestigios del odio que los paganos profesaban al Cristianismo y su afán por destruirlo.”
El segundo grupo, con los que se enfrentó el cristianismo primitivo, mucho más peligroso que el primero (los de fuera), fueron, los que hicieron daño desde dentro. “Cristianos”, entre comillas, que empezaron a cambiar el mensaje puro de Cristo, de los cuales, ya tenemos mención en el Nuevo Testamento: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo (…). Pues no somos como muchos, que negocian, falsificando la Palabra de Dios, sino que con sinceridad, como de parte de dios, y delante de Dios, hablamos en Cristo.” Gálatas 1: 6 y 7; 1 Corintios 2: 17.
En los primeros siglos del cristianismo, se empezaron a difuminar las doctrinas que estaban, y siguen estando, arraigadas a la Biblia, Unger, en la obra ya citada, en la pág. 926, nos comenta:
“Las crueles persecuciones (250 – 311) no sólo no consiguieron exterminar la fe sino que fueron testigo de su extraordinario crecimiento. Constantino fijó el domingo como día de descanso y culto (321), favoreció imperialmente al cristianismo, promovió la construcción de iglesias... Esta época abrió el camino a la corrupción eclesiástica que habría que sobrevenir en las posteriores épocas oscuras. En lugar de separarse del paganismo, la iglesia imperial se acomodó a él.”
Constantino El Grande
La unión del cristianismo (aunque no todo, pues algunos grupos se apartaron, no queriendo dejar la sana doctrina de Cristo), con el paganismo, provocó que la Iglesia, aunque corrompida, se había hecho universal, o lo que es lo mismo católica, por esa razón, se le llamó desde esa época, a esta iglesia ya lejos de la enseñanza de Cristo, Iglesia Católica.
El escritor bautista, Justo Anderson, en su: Historia de los Bautistas, en el tomo 1 y en las páginas 45, 46 y 54, nos comenta sobre el tema:
“En realidad, el término, Principios Bautistas es inapropiado. Son más bien principios neotestamentarios. Fueron practicados por la iglesia primitiva. Sin embargo, pronto iban desapareciendo en el curso de la historia eclesiástica. Estando de acuerdo con los anabaptistas continentales del siglo XVI, la mayor parte de los bautistas cree en la (caída de la iglesia), o sea (la gran apostasía) entre los años 100 a 325. Cree que, con la excepción de pequeñas minorías de disidentes, el cristianismo personal paulatinamente se fue convirtiendo en una cristiandad sociopolítica. Aunque existen discrepancias en cuanto a la fecha exacta, los bautistas creen que esta conversión del cristianismo apostólico en una cristiandad constantiniana constituyó una caída de la antigua pureza neotestamentaria”.
“Los así llamados Padres Apostólicos ponían sumo énfasis en la autoridad y la lectura de las Sagradas Escrituras, sin embargo, a medida que crecía la importancia de la tradición, disminuía cada vez más la importancia de la biblia. Basta decir que al principio del siglo V la Biblia se encontraba arrinconada y bajo el dominio de la tradición eclesiástica”.
“... Esta época abrió camino a la corrupción eclesiástica que habría de sobrevenir en las posteriores épocas oscuras. En lugar de separarse del paganismo la iglesia imperial se acomodó a él.”
Siglos de oscuridad
Paulatinamente, a través de los siglos, la iglesia se fue corrompiendo más y más. Lo primero que cambiaron, como ya hemos visto, fue el día del Señor, el santo Sábado de Dios lo cambiaron al Domingo, por ser el día de adoración del paganismo. Veamos lo que al respecto, nos comentan Samuel Vila y Darío Santamaría, en la obra ya citada. Pág. 61:
“Por esa época (siglo IV) ya Constantino había abierto las puertas a los cristianos para acceder a los más altos cargos de la administración: consulado, prefectura de Roma, y prefectura del pretorio. Entonces se estableció el DOMINGO como día obligatorio de reposo en todo el Imperio y los cristianos cambiaron desde el SÁBADO al día siguiente el horario de sus cultos (…).”
La Biblia, para tapar los errores fue siendo poco a poco ocultada, hasta que llegó a ser prohibida para los cristianos. Llegando, la Iglesia oficial, a decir a través de los siglos, verdaderas aberraciones.
Acudamos al libro de Samuel Vila, A las Fuentes del Cristianismo, en la tercera Edición. Pág. 95:
“La Iglesia Católica Romana ha declarado: Que ningún hombre ose poseer una Biblia sin licencia del Obispo (Concilio de Trento). Es un error escandaloso sostener que todos pueden leer las Sagradas Escrituras (Bula Unigenitus, de Clemente XI). Dar la Biblia a los legos es echar perlas delante de los cerdos. Las traducciones de la Biblia a las lenguas del pueblo han hecho muchísimo daño (Palabras del Cardenal Osio).
La Salvación, dejó de ser por gracia, por medio de la fe, empezó a ser por las obras que hace cada persona. Se empezaron a agregar nuevas y extrañar doctrinas en la iglesia, repasemos algunas:
La invocación a los santos (617)
Las Indulgencias (1022)
Celibato del clero (1123)
Confesión auricular (1215)
El dogma del Purgatorio (1439)
La Inmaculada Concepción (1854)
La infalibilidad del Papa (1870)
La ascensión de la virgen al cielo (1950)
Por esta razón, y poniendo el Nuevo Testamento como manual de la Iglesia, el historiador bautista Roberto A. Baker, en su libro: Los Bautistas en la historia, en la tercera Edición, y en la pág. 12, nos dice:
“Cualquier esfuerzo para justificar una doctrina como cristiana, simplemente por haber sido introducida por algún teólogo hace mil años, repugna a un cristiano neotestamentario. La autoridad deriva tan solo del Cristo viviente cuyo mensaje se halla en el Nuevo Testamento. Aún la tradición unánime de mil teólogos a través de mil años no puede permanecer en pie frente a una
verdad revelada en el Nuevo Testamento. Los libros de la historia no son inspirados divinamente. Los concilios eclesiásticos con frecuencia se han valido de maquinaciones, y la tradición eclesiástica ha sido falsificada para dar crédito a alguna enseñanza totalmente ajena al Nuevo Testamento”.
Luz en la oscuridad
Hagamos, ahora, un rápido repaso, a algunos de los grupos, que estuvieron al margen de la apostasía de la Iglesia Imperial Romana, que lucharon, y muchas veces dieron su propia vida por la fe que una vez fue dada a los santos; siguiendo, dentro de lo posible, lo que Dios nos pide en su Palabra.
Empezaremos con los llamados:
Montanistas: Muy poco después de la primera mitad del siglo segundo, empezaba, un gran despertamiento espiritual, dirigido por Montano. Los partidarios del montanismo, entre los que se encontraba el gran escritor y predicador cristiano Tertuliano, predicaban el regreso a las Escrituras, y la venida de Cristo entre otras doctrinas; fueron excomulgados en el año 236. Los montanismo, después de ser rechazados por la Iglesia oficial, continuaron su obra como un movimiento clandestino, protestando contra el formalismo y mundanalidad de la Iglesia oficial.
Novacianos: En el siglo III de la era cristiana, ya eran patentes las herejías dentro de la Iglesia. Habían dos grandes sectores, los relajados, y los estrictos, en el momento cuando los relajados y corruptos estaban gobernando, la iglesia o grupo de los seguidores de Novaciano, se convirtió en la verdadera Iglesia de Cristo. Él llegó a ser el pastor de la Iglesia separada, sirviendo como ejemplo a iglesias de todas partes, se sabe que habían cientos de iglesias novacianas. Cuando Constantino intentó unir a los Novacianos con la Iglesia de Roma, estos rechazaron la propuesta de Constantino, pues, comprendían el peligro que tiene la unión de la Iglesia y el Estado.
Paulicianos: En el año 670, un hombre llamado Constantino, (no el emperador), hospedó en su casa a un cristiano que iba de paso, este le regaló un Nuevo Testamento, gran regalo en aquella época por la escasez que del mismo había. Se enamoró tanto del Nuevo Testamento y, especialmente, de los escritos del apóstol Pablo, que cambió su nombre por el de Pablo, formó una activa sociedad misionera cristiana, y así nacieron los Paulicianos. Estos cristianos, tenían las mismas creencias que nosotros tenemos hoy. Por su puesto, estaban en contra de todas las doctrinas puestas por la Iglesia Católica que se salían de la Biblia.
Desde el siglo III hasta el VII, tuvieron la antorcha de la fe cristiana, aquellas primeras iglesias llamadas Montanistas, Novacianas y Donatistas. Cuando estos nombres desaparecen de la historia, aparecen por todas partes del mundo iglesias paulicianas, por este motivo, creen los historiadores, que el pueblo que se oponía a la Iglesia de Roma desde el siglo II, se fusionó, llamándose ahora los Paulicianos.
Pedrobrusianos: Este movimiento evangélico, empezó por Pedro de Bruys, un cura de una pequeña iglesia de los Alpes. Cuando vio la luz del Evangelio, no pudo quedarse en aquel sitio, y empezó una labor misionera itinerante por todo el sur de Francia, que duraría 20 años. Se cree que con el Nuevo Testamento, y un grupo de Paulicianos se realizó la labor que llevó a miles de personas a Cristo y a su doctrina original.
En un concilio que se realizó en Toulouse (Francia) en el año 1119, el cual condenó como herejes a todos los no católicos de la época. Estos contestaron con una confesión de la fe de 14 artículos, que nos quedó para comprobar, sin lugar a dudas, que estos creyentes, seguían un cristianismo totalmente bíblico, rechazando todo lo impuro que la Iglesia de Roma había colocado sobre él.
Pedro de Bruys fue apresado mientras predicaba cerca de Nimes, y quemado vivo en el año 1124. Su sucesor fue Enrique de Lausanne.
Valdenses: Este movimiento cristiano, de la Edad Media, empezó con la conversión a Cristo de un millonario llamado Pedro Waldo; este hombre, después de ver a un amigo morir mientras hablaba con él, se preocupó por la salvación de su alma, dedicando toda su vida y su fortuna a la predicación del Evangelio. Mandó a traducir la Biblia, y se podían ver, a cristianos dando las porciones de la Biblia en todas las aldeas y predicando el Evangelio de Cristo. Los valdenses crecían rápidamente, y esto no gustó
Escudo de los valdenses.
Candelabro con la inscripción
"Lux lucet in tenebris"
(La luz brilla en las tinieblas)
a las autoridades eclesiásticas, por lo que el arzobispo Guicrard les prohibió predicar el Evangelio de salvación. Ellos decidieron obedecer a Dios antes que a los hombres, por tal motivo, fueron excomulgados en el año 1181, teniendo que salir de Lyon, lo cual benefició la causa del Evangelio, pues, creció mucho más y en todas partes.
Anabaptistas: Este nombre, se aplicó a un movimiento que seguía a Cristo, surgido en Europa mucho antes de los reformadores del siglo XVI. Su nombre, que les fue puesto como burla, deriva de su creencia en el bautismo de adultos, sólo a los creyentes que han aceptado a Cristo como su Salvador Personal. Ellos bautizaban a todos sus miembros por segunda vez; el nombre anabaptista, quiere decir: rebautizado o bautizado dos veces. Nunca aceptaron ese nombre, porque para ellos el bautismo infantil, no era bautismo.
Un grupo importante, que siguió la doctrina de los anabaptistas en Suiza, dirigidos por un ex-sacerdote católico llamado Menno Simons, son la comunidad cristiana, que conocemos hoy como Mennonitas.
Los anabaptistas sufrieron muchas persecuciones, incluso se creó una leyenda negra en contra de ellos para quitarlos de en medio. Este movimiento, fue el impulsor y el origen de los bautistas de hoy.
Bautistas: Este nombre es dado a los cristianos que desde el siglo XVII, en Inglaterra, bautizan solamente a los que hacen profesión de fe en Jesucristo. Su origen viene del grupo separatista que surgió en Inglaterra en el siglo XVII, con influencias, como decíamos antes, de los anabaptistas. Fue un movimiento muy amplio y extenso, en poco tiempo, habían cientos de iglesias bautistas en: Inglaterra, Holanda, Suiza y otros países.
Bautismo y Comunión Bautista
Únicos sacramentos que refleja la Biblia
Según los historiadores, los bautistas hacían todo, después de ver que estaba escrito en la Biblia, intentaban por todos los medios posibles ir al cristianismo genuino. Había, en aquel entonces, dos tipos de bautistas bastante bien diferenciados: Los bautistas que seguían la corriente calvinista, que se llamaron Particulares, y los bautistas que siguieron la corriente de Arminio, sobre la salvación general del ser humano. A estos bautistas se les llamó Generales. En 1891, una buena parte de bautistas de ambas teorías se unieron, formando los bautistas que hoy conocemos, y a los cuales pertenecemos.
Hemos llegado al siglo XVII, siguiendo las huellas de grupos y personas, que no se arrodillaron ante ningún sistema mundano, sino que siguieron el mandato de Jesucristo que se encuentra en la Biblia. La Iglesia de Cristo nunca pereció, siempre estuvo viva y activa, a pesar de sistemas y hombres que intentaron acabar con ella. La Palabra de Dios, que tantas veces quisieron quitar del medio, seguía viva en estos movimientos de creyentes que amaban la verdad a costa, muchas veces, de sus propias vidas; Jesucristo había dicho: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Se había cumplido su mensaje, su Palabra, se predicó a través de los siglos.
Todo lo que la Iglesia Católica Romana arrancó de las Escrituras, y todo lo que agregó de su tradición y de su cosecha, se fue renovando a través de los siglos. Ya en este siglo (XVII), influenciados por la reforma de Lutero, Calvino, Zwinglio y otros; el cristianismo iría adquiriendo poco a poco su forma original:
La Salvación, sólo por la Gracia, por medio de la Fe, no por obras.
Efesios 2: 1 al 10.
La Biblia sóla, sin tradición humana sin quitar ni poner nada, y para todo el mundo.
Juan 5: 39.
No imágenes, como lo refleja el mandamiento de la ley de Dios.
Éxodo 20: 4 al 6.
No más intermediarios entre Dios y los hombres, solo Jesucristo.
1 de Timoteo 2: 5.
El sacerdocio del creyente, cada creyente es sacerdote, siendo Jesucristo nuestro gran Sumo Sacerdote.
1 Pedro 2: 9.
La confesión sólo a Dios, ningún hombre puede perdonar los pecados de otro hombre o mujer, sólo Dios.
Hechos 8: 22; Mateo 6: 6.
El bautismo, solo a creyentes y adultos, se administra por inmersión (el cuerpo debajo del agua), no a infantes.
Romanos 6: 3 y 4.
Y así podríamos estar un buen rato, enumerando errores del cristianismo apostata, que los verdaderos seguidores de Cristo, fueron poniendo en su lugar uno por uno.
Pero todavía falta algo muy importante, y fue en ese siglo, en el XVII, cuando algunos bautistas, en Inglaterra, descubrieron que el sábado, el día de reposo que Dios había bendecido y santificado (Génesis 2: 1 al 3), había sido olvidado por la cristiandad. Como leímos antes, Constantino había puesto como día obligatorio el domingo. Y los cristianos, no Dios, pasaron sus cultos del sábado al domingo. Ya estaba restaurado el Segundo Mandamiento, ahora faltaba poner en su sitio el Cuarto. (Éxodo 20: 8 al 11)
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
EXODO 20:4 al 6
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó.
EXODO 20:8 al 11
Los bautistas del Séptimo Día
Las Iglesias Bautistas del Séptimo día, tuvieron su origen con el movimiento separatista en Inglaterra a mediados del siglo XVII, poniendo énfasis en el retorno a las Escrituras tanto en doctrina como en práctica, teniendo que ir, si fuere necesario, en contra de la corriente popular.
Para ser posible en retorno de los Diez Mandamientos, a la Iglesia que Cristo fundó, y volver a la fe que una vez fue dada a los santos, tuvo que haber mucha lucha y persecución. El cuarto mandamiento, había sido totalmente olvidado, toda la cristiandad guardaba, desde el tiempo de Constantino, el día domingo, creyendo, y esto ocurre todavía hoy, que es el día que Dios puso como día de descanso en el Nuevo Testamento. Hombres como: William Saller, Peter Chamberlain, Francis Bampfield, Edward y Joseph Stemett y otros, después de mucho estudio de la Palabra de Dios, pidiendo la guía del Espíritu Santo, llegaron a la conclusión de que el sábado es un requisito indispensable en la Iglesia de Cristo, para seguir el cristianismo bíblico. Al principio, todos estos cristianos sabatarios, como se les llamó, siguieron acudiendo a la Iglesia Bautista a la cual pertenecían, guardando el sábado, como día de reposo para el Señor, en sus casar, al ir creciendo el número de los que aceptaban el sábado, como día del Señor, llegó a ser necesaria la separación. La primera Iglesia que se reconoció después de la separación, fue la de Mill Yard, fundada en Londres, en el año 1650. Se fueron formando iglesias, en Londres y en toda Inglaterra.
Pastor Bautista
del Séptimo Día
Peter Chamberlain
(1601 - 1683)
Pastor Bautista
del Séptimo Día
Joseph Stennett
(1663 - 1713)
Alrededor del año 1660, en el pueblo inglés de Tewkesbury, empezarían a guardar el sábado dos nuevos convertidos a Cristo, el matrimonio Stephen y Ann Mumford, éstos, escapando de la persecución tan feroz que había en esos tiempos contra los que guardaban el sábado, decidieron emigrar al continente americano. Llegando a Newport, Rhode Island, en el año 1665. Todas las pruebas que tenemos, indican,
que los componentes de esta familia fueron los primeros cristianos en el suelo americano, que guardaban el sábado.
Cuando llegaron, había en Newport, Rhode Island dos iglesias cristianas establecidas: La Iglesia Cuáquera y la Iglesia Bautista. La familia Mumford, como bautistas de muchos años, acudió a la Iglesia Bautista, guardando el sábado en su casa. No pasó mucho tiempo, y ya había un grupo de 9 personas que guardaba el sábado. Esto no gustaba a la iglesia, por lo que se crearon conflictos internos entre los sabatarios y los domincales, los que guardaban el sábado al final abandonaron la iglesia, aunque de los nueve, cuatro habían regresado al domingo por demasiada presión y no ser fuertes en la de, los cinco se vieron en una difícil decisión.
Durante ese periodo de tiempo, los sabatarios enviaron varias cartas a una Iglesia Bautista del Séptimo Día en Inglaterra, para pedir consejo sobre el asunto. Leamos, parte de una carta que les envió desde Inglaterra Edward Stennet (sabatario), con fecha 6 de Marzo de 1670.
“Mis queridos amigos: En cuanto a aquellos que se han retraído del sábado a la infidelidad, luego de haber sido esclarecidos y establecidos en el (aquí se habla de los cuatro que abandonaron el sábado), vosotros no debéis agradaros en ellos sino retiraros de ellos como personas pecaminosas y desordenadas; y si la Iglesia mantiene la comunión con estos apostatas de la verdad, vosotros debéis desear que la Iglesia os despida juntamente; y si la Iglesia se negare a ello, vosotros debéis retiraros puros con toda humildad y quebranto de corazón.”
Como se esperaba, los pastores de la Iglesia Bautista de Newport no aceptaron a quienes guardaban el sábado. Después de predicar varias semanas, sermones contra los Diez Mandamientos, especialmente contra el cuarto, las cinco personas que guardaban el sábado, comprendieron que había que hacer algo al respecto. Viendo lo que pasaba, y siguiendo los consejos que les enviaron desde Inglaterra. En 1671 se convocó una audiencia con los principales ministros y los que respetaban el sábado. Las actas de estas reuniones, se encuentran en los archivos de la Primera Iglesia Bautista de Newport. Este tirante y dramático encuentro se puede leer en El Memorial de los Bautistas del Séptimo Día. A todos los que guardaban el sábado se les dio oportunidad de hablar, pero la primera que habló fue Tacy Habbard. La historia cita a esta mujer como la primera persona de las colonias que guardó el sábado.
En el mes de diciembre de 1671, siete personas hacían pacto por el cual se formaba una nueva iglesia en suelo americano. Leamos parte de una placa colocada en la vieja casa donde se reunían, en aquella época, los bautistas del séptimo día.
A la memoria de: William Hiscox, Stephen Mumford, Samuel Hubbard, Roger Baster, hermana de Habbard, hermana de Mumford, hermana de Rachel Langworthy, quienes para mayor libertad en el ejercicio de la fe religiosa en la observancia del santo Sábado de Dios, séptimo día de la semana, con renuncia cortaron sus vínculos con la iglesia madre, la Primera Iglesia Bautista de Newport, y celebraron un pacto eclesiástico el día 23 de diciembre de 1671.”
Después de la tirantez de los primeros tiempos que causó la separación, la relación de los bautistas del séptimo día con otras iglesias bautistas fue muy buena, hasta el punto, que, 20 años más tarde, la Iglesia Bautista de Newport se quedaba sin pastor, y sus miembros votaron para que el pastor William Hiscox de la Iglesia Bautista del Séptimo Día, fuera su nuevo ministro.
La Iglesia Bautista del Séptimo Día, dirigida por Jesucristo, siguió creciendo. Otra separación, similar a la que hemos visto en Newport, Rhode Island, ocurrió en Piscataway, Nueva Jersey, en 1705, donde Edmund Dunham, diacono de la Iglesia Bautista, habló sobre las convicciones bíblicas de la observancia del sábado. Este diacono con otros 16 miembros, formaron otra Iglesia Bautista del Séptimo Día. Un tercer grupo de iglesias, se creó en Filadelfia alrededor del año 1700, dirigidas por un movimiento de emigrantes alemanes, este grupo realizó una asociación de iglesias bautistas del séptimo día en Pennsylvania en 1728.
Estos fueron los comienzos de la Iglesia Bautista del Séptimo Día en Estados Unidos, que siguieron trabajando recorriendo el país, llegando a las costas del Pacífico a finales del siglo XIX.